Amaneció un día algo ventoso (alguno no lo tuvo en cuenta cuando se hizo una parada antes de llegar a San Francisco para echar un meo) y bastante más fresquito que en jornadas precedentes. Incluso tuvimos que sacar nuestras sudaderas del fondo de las maletas por primera vez en todas nuestras vacaciones (alguno más friolero ya lo tuvo a mano hasta el último día). La idea de bañarnos en el Pacífico por primera vez en nuestras vidas la tuvimos que dejar para otra ocasión. Sólo un intrépido viajero tuvo la osadía de introducirse en dicho océano.
Llegamos a San Francisco y después de callejear un rato enseguida nos dimos cuenta de por qué le llaman la ciudad de las cuestas. Y menudas cuestas. Nuestro cañonero sufría y rugía mucho en ellas. Y como consumía el tío. El marcador de la gasolina bajaba rápido, como todo el viaje, pero esta vez más.
Enseguida llegamos a la orilla de la bahía de San Francisco, al lado del Golden Gate. El otro puente, por el que entramos a la ciudad, el Bay Bridge es más largo pero el primero es más emblemático. En medio de la bahía se veía la isla de Alcatraz con su prisión.
Poco después atravesamos a pie el Golden Gate ida y vuelta. Bonitas vistas de San Francisco desde el medio del puente. A la vuelta la niebla se iba echando sobre el puente, así que pudimos hacer algunas fotos diferentes de él.
Tras comer en un italiano en el barrio italiano de la ciudad seguimos callejeando por las cuestas. Nos acordamos de Steve McQueen en la película Bullit pero nos reprimimos nuestras ganas de una carrera con el cañonero aunque lo compensamos haciendo un travelling desde el techo del Lincoln Navigator con una de nuestras supercámaras bajando Lombard Street, famosa calle que es tan empinada que han tenido que hacerla formando eses para poder bajar por ella.
Otra cosa curiosa que tiene la ciudad son unos autobuses eléctricos conectados pòr unos cables que cuelgan sobre las calles. También es famoso el tranvía de San Francisco, con el que nos cruzamos varias veces.
Acabamos el día tratando de realizar unas compras (sí, otras más) que nos habían encargado. A algún dependiente no le sentó bien que le regateáramos y que comprobáramos que la mercancía estaba en buenas condiciones. Como vimos que se ponía borde nos fuimos sin comprarle nada después de estar un buen rato en la tienda. Detrás de nosotros algún mother fucker y alguna que otra lindeza. Curiosa manera que tienen de tratar a los clientes por aquí.
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