Salimos a las 9:30h del hotel con ganas de devorar la gran manzana…
La mañana empezó movida, recorriendo los puestos ambulantes del Chinatown y del Little Italy (en cuestión de segundos pasas de un país a otro de forma drástica). Los mercadillos estaban abarrotados de gente (chinos la mayoría).
A media mañana todo este bullicio fue desapareciendo y comenzamos la parte chillout de nuestro viaje a Nueva York (este comentario entiéndase como una opinión de un servidor al que este relax en mitad del ajetreo no le llegó a llenar en ningún momento, pero no del grupo. Yo habría preferido haber ido a Harlem a escuchar cantar Gospel. Pero, por encima de todo, este es un grupo en el que la democracia emborracha todo lo que hace).
Y es que nos pusimos a explorar las rutas que traían las guías de Tribeca y el Soho, que son barrios residenciales relativamente cerca del Downtown de Manhattan (osea, donde estaban las Torres Gemelas) que, además por ser domingo, tenían una calma total. Era como estar en una ciudad muy distinta a la que habíamos visitado el día anterior y a la que visitaríamos el día siguiente.
A eso de las 7:30 pm dejamos el chillout y nos fuimos a la zona del Empire State para comprar (Luis) una cámara de fotos. Y digo Luis, porque en principio era él el que se la iba a comprar. Pero lo cierto es que, además de él, Edu y yo sucumbimos a la tecnología que nos ofrecían en aquella tienda (justo enfrente de la entrada del Empire State) y nos compramos el mismo modelo de cámara: una PANASONIC LUMIX TZ-5.
La mañana empezó movida, recorriendo los puestos ambulantes del Chinatown y del Little Italy (en cuestión de segundos pasas de un país a otro de forma drástica). Los mercadillos estaban abarrotados de gente (chinos la mayoría).
A media mañana todo este bullicio fue desapareciendo y comenzamos la parte chillout de nuestro viaje a Nueva York (este comentario entiéndase como una opinión de un servidor al que este relax en mitad del ajetreo no le llegó a llenar en ningún momento, pero no del grupo. Yo habría preferido haber ido a Harlem a escuchar cantar Gospel. Pero, por encima de todo, este es un grupo en el que la democracia emborracha todo lo que hace).
Al final de la mañana volvimos al Little Italy para comer. Nos sentamos en una terraza en la calle y pudimos observar el cometido de uno de los empleados del local, una chica joven para más detalles, muy bien vestida y muy guapa, que se dedicaba no sé muy bien a qué, pero el caso es que allí estaba, venga a captar clientes (coño, ahora lo entiendo…).
Cuando estábamos degustando los manjares de la cocina italiana-neuyorquina comenzó a llover y la chica a la que me acabo de referir nos invitó a entrar dentro. Aceptamos of course.
Como seguía lloviendo nos tomamos un cafelico en otro local del Little Italy.
Entre el chillout de por la mañana y la lluvia de primera hora de la tarde los ánimos no estaban por las nubes precisamente…
Pero… entonces… la lluvia paró… Pero no el chillout, pues seguimos viendo la zona tranquila de la ciudad.
Cuando estábamos degustando los manjares de la cocina italiana-neuyorquina comenzó a llover y la chica a la que me acabo de referir nos invitó a entrar dentro. Aceptamos of course.
Como seguía lloviendo nos tomamos un cafelico en otro local del Little Italy.
Entre el chillout de por la mañana y la lluvia de primera hora de la tarde los ánimos no estaban por las nubes precisamente…
Pero… entonces… la lluvia paró… Pero no el chillout, pues seguimos viendo la zona tranquila de la ciudad.
A eso de las 7:30 pm dejamos el chillout y nos fuimos a la zona del Empire State para comprar (Luis) una cámara de fotos. Y digo Luis, porque en principio era él el que se la iba a comprar. Pero lo cierto es que, además de él, Edu y yo sucumbimos a la tecnología que nos ofrecían en aquella tienda (justo enfrente de la entrada del Empire State) y nos compramos el mismo modelo de cámara: una PANASONIC LUMIX TZ-5.
Pero todo este mundo de felicidad que nos ha dado la referida cámara a Luis, a Edu y a mí se ha convertido, a la vez, en un mal rollo en el grupo. Os podéis imaginar el motivo. Y es que Míguel y Carlos se encuentran marginados cuando van a hacer fotos, dado que sus medios no están a la altura de los nuestros. Ajo y agua.
Bueno, chorradas a parte, tras la compra de las cámaras, a eso de las 9, nos dirigimos hacia el Harlem (en metro).
Pero a la hora que llegamos allí los del Gospel ya se habían ido a dormir.
Nada más salir del metro, una chiquita blanca (extraño, dado que Harlem es un barrio en el que predomina la gente negra) se ofreció para indicarnos cualquier información que necesitásemos, al vernos un poco perdidos.
Le preguntamos por un local en el que se pudiese escuchar Jazz en directo. Nos indicó un local, al que fuimos, pero en él se escuchaba música de Brian Adams, pero no en directo, sino en CD, gracias a Dios.
Aprovechamos para cenar allí. Cenamos bien, bueno o no tanto.
Nos sucedió algo curioso. Y es que la camarera nos ofreció el mandarnos información de eventos que se iban a celebrar en el bar, para que fuésemos a verlos. Le dijimos que no iba a ser posible y se lo debimos decir con un nivel de inglés tan perfecto que ella comentó algo parecido a “Ah, claro, no podéis venir porque sois de otra ciudad ¿quizás?”. Sí, de otra ciudad, de otro condado, de otro estado, de otro país y de otro continente. ¡No te jode!
Esto nos dio pie a entrar en conversación al respecto de nuestro país. Y nos sirvió para comprobar que el nivel de conocimiento del mismo que tenía esta muchacha era espectacular, con respecto a lo que se acostumbra por aquí, pues sabía que teníamos rey.
Finalmente le preguntamos un lugar en Harlem donde escuchar Jazz en directo.
Nos indicó y fuimos para allá.
Por desgracia llegamos al final de la actuación. Se trataba de 3 tipos que tocaban de maravilla. Al acabar nos pusimos a hablar con el cabecilla y, casualidades de la vida, resulta que su abuelo era vasco y su madre de Ibiza. El tipo se apellidaba Ayala y pienso que le hizo ilusión el hablar con 4 vascos y con un montañés (bueno lo del montañés un poco menos).
Nos fuimos del local, pillamos el metro y, agotados, llegamos al hotel.
Nueva York es enorme. Bastante más que Reinosa.
Una cosa que me ha llamado mucho la atención es la cantidad de taxis que hay. Mires a donde mires hay algún taxi. Además son todos iguales (amarillos y el mismo modelo de coche). Hay bastantes más taxis que en Reinosa.
De todos modos, yo tengo una teoría al respecto: puede que solo haya unos 20 taxis y que diese la casualidad de que estuviesen siempre pasando por donde íbamos nosotros, por algún extraño motivo. En futuras visitas a la ciudad seguiré desarrollando esta teoría. De ser así, solo habría 18 taxis más que en Reinosa.